¡Qué rosca! O se, qué frí espantoso. Me pasé la tarde al lado del fueguito. Rama tras rama, frotando las manos y zapateando un poco.
Para entrar en calor fui caminando con el Matu hasta las cabinas de los guardavidas. Descubrimos que antes de llegar a ellas estaba el arroyo que llega al lago vaya a uno a saber de dónde. Se puede pasar a pie pero eso significaba mojárselos y lo dejamos para mejor ocasión.
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